La última semana del año no ha podido ser más desesperanzadora para los cofrades. Era como rememorar aquella pesadilla que se vivió en el me...

Lo que viene

La última semana del año no ha podido ser más desesperanzadora para los cofrades. Era como rememorar aquella pesadilla que se vivió en el mes de marzo cuando los consejos de hermandades y las diócesis iban suspendiendo semanas santas por minutos en una escalada que daba hasta cierto vértigo por la velocidad a la que se sucedían las noticias.

Si el pasado martes se hacía público el movimiento de ficha de Sevilla y suspendía todos los actos y celebraciones en la vía pública durante los días de Semana Santa y Cuaresma, el miércoles, era el Arzobispado de Granada el que, en un gesto de solidaridad, se sumaba a la capital hispalense y suspendía también sus procesiones.

A pesar de la buena intención de muchos cofrades por esperar algunas semanas con el fin de observar cómo se va desarrollando la pandemia del COVID-19, la realidad es tozuda y son muchas las vidas que se han perdido en estos meses de crisis sanitaria. La historia es bastante fácil de explicar: A mayor contacto humano las posibilidades de contagio se incrementan, por tanto, más personas con la enfermedad agravada y un crecimiento de ingresos en los hospitales. Esto da, como resultado final, un desbordamiento de las unidades de cuidados intensivos. Son habas contadas y con un simple manual de lógica elemental se puede llegar a la conclusión de que es imposible. El capricho y el pataleo —muy dado entre los cofrades— de poco o nada sirve cuando miles de vidas se pierden en este siniestro sendero de la pandemia. Es algo muy serio lo que está en juego.

Sin embargo, no por mucho madrugar amanece más temprano. Y se han visto estos meses auténticos ejercicios de tozudez cofrade en foros y redes sociales donde el único análisis fácil es el alumbramiento de una conjura de malvados maridado con una teoría conspiranoica que a la vez está ligada a los intereses políticos de unos cuantos que se levantan cada mañana con la única intención de ver cómo se cargan las cofradías. Mientras las tasas de incidencia fluctúan y las personas enferman, el cotilleo cofrade dirime en si hay que sacar pasos o quedarnos un año más viendo las retransmisiones del 2019. Un debate de besugos.

El origen de las hermandades siempre fue el auxilio del más necesitado. Ayuda asistencial, cuando se caía en una grave enfermedad o en tener la certeza de cuando uno pasaba al Cielo Eterno alguien iba a apiadarse de tu cuerpo mortal y te enterraría dignamente. Después vinieron las manifestaciones públicas de fe. Y esta es una de las grandes funciones de las cofradías. Dar a conocer la doctrina cristiana a través de las catequesis plásticas que se representan en los pasos. Todo esto suponiendo que la totalidad de los cofrades saben lo que cada paso representa elevado sobre un canasto dorado.

El nuevo horizonte

Dejando a un lado el anecdotario, las curiosidades cofrades y las ‘corrientes de pensamiento’, la cuestión se basa ahora en el horizonte que se vislumbra para los próximos meses. Nada alentador. Las tertulias cofrades hubieran aprovechado mejor el tiempo si, en lugar de pensar si se sale o no se sale —creencias aparte—, se hubiera configurado un proceso de adaptación a los complicados tiempos que se acercan. Tan dificultosos que en este medio adelantó que podría darse el caso de la disolución de algunas hermandades en la ciudad. Esperemos que nunca haya que recurrir a este titular para tomarlo como premonitorio.

La cuestión económica es más grave de lo que parece. Una vez suspendida la Semana Santa en todas y cada una de las poblaciones andaluzas y españolas, el auténtico enemigo se va a encontrar en los ajustes de cuentas. En las partidas de gasto y en las exiguas entradas de ingresos. Ahí es donde la pandemia puede hacer verdadero blanco en las corporaciones nazarenas. Y ahí es donde habrá que sortear el hachazo que se aproxima para que, al menos, sea lo menos letal posible.

Con una Semana Santa suspendida, entramos de nuevo en un escenario de ingresos cero. Muchas cofradías se nutren económicamente del reparto de las sillas y palcos de la carrera oficial. El ya pasado año 2020 se esquivaron los problemas económicos pero ahora quedan doce meses más de vía crucis. A este importante f lujo de entrada de ingresos hay que añadirle que un porcentaje nada desdeñable de hermanos no actualizan sus cuotas al ver el futuro incierto. Las loterías han bajado en las previsiones de venta y los eventos que se organizan para fortalecer las tesorerías no constan ahora en la hoja de ruta de las juntas de gobierno.

Semama Santa Jerez
Foto SMCE


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