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Hay algo en las imágenes y en el ambiente que empuja a imaginarlos subidos a un paso procesional.

Hay algo en las imágenes y en el ambiente que empuja a imaginarlos subidos a un paso procesional.

Millones de personas desfilan al año por la ermita marismeña, que tramita ante el Vaticano su declaración como santuario internacional....


Millones de personas desfilan al año por la ermita marismeña, que tramita ante el Vaticano su declaración como santuario internacional.
Fotos: SMCE

(Detalle del paso de la Elevación de #Daimiel ) Foto SMCE Las cofradías comienzan su tiempo de desmontaje. No todo se ha cons...

(Detalle del paso de la Elevación de #Daimiel ) Foto SMCE


Las cofradías comienzan su tiempo de desmontaje.

No todo se ha consumado porque la Semana Santa jamás termina: simplemente pasa. Hasta el próximo año. Hasta la cuenta atrás del calendario que ya comienza a descontar los días. Los cofrades así viven la nostalgia de lo vivido. Porque, como Pablo Neruda, pueden confesar que han vivido. Y muchísimo. En la intensidad de la fugacidad del instante. En el visto y no visto de los memoriales del gozo.

Hay quienes aseguran que la depresión post Semana Santa es un diagnóstico comprobado. Ante tanta emoción, sobreviene ahora el vacío. El horror vacui tan del espíritu de los amantes de estas gloriosas tradiciones. Y si todo volvió a suceder durante los días pasionales, asimismo ahora en el rito anverso de los desmontajes. El dorso de la ilusión. La desconstrucción -por utilizar un término de modernidad hostelera- de los altares efímeros que representan las andas procesionales.

Las juntas directivas y priostes -siempre enarbolando la satisfacción por el deber cumplido- inician esta semana las labores de desmontaje. De mudás de los pasos a los almacenes o a las Casas de Hermandad. Mientras a las afueras, a pie de asfalto, sólo suena y resuena el chirriar de la nostalgia. De la cera aún pegada sobre las calles ahora tornadas a la cotidianidad. Mas no todas las Hermandades principian a desmontar. Algunas han tomado la delantera…ya lo hicieron el mismo Sábado Santo.

¿Eficacia elevada a la enésima potencia o respuesta obligada a una exigencia (otra) ajena a la propia voluntad de los cofrades de esa Hermandad? Ni entramos ni salimos. En cualquier caso, trabajo adelantado. En un amén. Cada casa -cada entendimiento- establece sus normas. Lo cierto y seguro es que, a partir de ahora así lucirán en los próximos días todas las sedes canónicas de las cofradías. Sin atisbo señalizador -indicador- de cuanta grandeza otra vez ha renacido con olor a incienso y rezos musitados en el fuero interno del alma de nuestra Ciudad.
SMCE

¿Todo tiempo pasado fue mejor? Para el viejo pensante es muy posible que la máxima castellana encaje con sus conclusiones. Entre la ju...


¿Todo tiempo pasado fue mejor? Para el viejo pensante es muy posible que la máxima castellana encaje con sus conclusiones. Entre la juventud de hoy tal afirmación suena a ruso siberiano. Y con respecto a los veteranos de medio pelo, es posible que el asunto ande entre Pinto y Valdemoro, sin que eso suponga mezclar churras con merinas. Pero cada pueblo tiene sus señales inequívocas del pretérito que se fue dejando huella. 

Las diferencias entre el pasado y el presente también se pueden llamar Evolución o Involucion en muchos casos, pero esto daria para otro artículo muy diferente a lo que quiero expresar en este.
Miremos esta foto de mediados de los 90, el transcurrir de la procesión de Los Blancos de Daimiel a su paso por calle Prim. Unas abarrrotadas aceras abren paso a la Cofradía, y una gran distancia separa el paso de la Virgen de Los Dolores de el Stmo Cristo de la Expiración. Don Félix Párroco de Santa Maria junto a un monaguillo cierra la procesión junto a dos Concejales.

Viendo este tipo de fotos de pronto, uno se siente invadido por imágenes, resonancias, palabras o sensaciones del ayer. Se da cuenta de que no es un mero ejercicio de la memoria, ya que, acompañando esos trazos de vida vivida, amanecen vagas emociones que parecen instalarse definitivamente en nuestro interior. Ocurre entonces que de aquellas emociones imprecisas despierta un enorme sentimiento que cubre todo nuestro ser con su presencia.  Es como si de golpe todo el pasado vivido quedara resumido en esa estampa. Como si el tiempo se atorara con el único propósito de meternos en la encrucijada de ser lo que ya no podemos ser. Extrapolemos este asunto a nuestra querida Semana Santa.

Hay sentimientos más llevaderos que otros; sin embargo, el de la nostalgia puede llegar a doler. Menuda encrucijada someterse al quiero y no puedo. Vaya plan perderse en el laberinto del tiempo sin poder salir de él sin sufrir, añorando un regreso imposible. No obstante, algunas personas descubren en tal pasión una forma adictiva de vivir, un refugio para su incomprensible vida, un exilio interior que llena los vacíos de su existencia.

Atesoramos experiencias cuyo significado ha calado tan hondo en nuestra existencia, que su inesperado recuerdo nos traslada hasta ese mismo instante en el que logramos aquel éxito, en el que vivimos con intensidad, en el que descubrimos a Dios o en el que nos pareció que estábamos cambiando el mundo. Tal vez no repetiríamos los mismos acontecimientos, pero qué duda cabe que volveríamos gustosos a envolvernos de los mismos sentimientos.

SMCE