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La barra es quizás el espacio vital más preciado que nos fue arrebatado en este ataque inesperado del virus. El bar es el referente sociol...

La barra es quizás el espacio vital más preciado que nos fue arrebatado en este ataque inesperado del virus. El bar es el referente sociológico de este país, el lugar natural de convivencia.

El ciudadano medio tiene tres emplazamientos referenciales: su casa, el trabajo y el bar, que se corresponde con la familia, los compañeros / clientes y los amigos. Súbitamente, la pandemia fundió los dos primeros e hizo desaparecer el tercero, lo que provocó un notable desconcierto emocional. La progresiva desescalada ha ido reordenando nuestro entorno, pero este regreso condicionado a la hostelería en las fases 1 y 2 estaba lejos de suponer un reencuentro con la normalidad. Más bien al contrario.

Este epílogo pandémico representaba una especie de ERTE social: en los bares te quitaban la barra igual que en el trabajo te quitan un porcentaje del sueldo.

La reconquista de la barra será un punto de inflexión a partir del cual comienza el triunfo real sobre el coronavirus y la reconquista efectiva de nuestros usos sociales. No en vano, el mostrador lleva en sus genes el ADN de la ciudad o pueblo, porque en cada centímetro de barra hay millones de historias humanas. Conversaciones, risas, dificultades y flirteos.

La barra es el sitio donde arreglamos el mundo mientras el mundo nos desarregla a nosotros, el confesionario en el que hemos contado todo. La toma de la barra será por tanto la reconquista de nuestro pasado frente a la incertidumbre del futuro.

No se trata tanto de vencer al coronavirus como de salvarnos a nosotros mismos. Porque sin barras no hay bares, y nuestro entorno sin bares deja tener alma.


Foto propia Archivo 2019