Hoy la ciudad mira con nostalgia ese tiempo, las apreturas, las petaladas, las marchas y la exuberancia costalera. Todo lo que se criticó se ha vuelto en contra. Se ha pasado del exceso al vacío más absoluto.
Aquel 15 de diciembre a eso de las tres de la tarde, se paró el reloj para las cofradías. Entraba la Encarnación a diez días de la Navidad. Nacía un año nuevo colmado de expectativas, que se frustró en marzo. Nadie podría imaginar que un año después de aquella procesión matutina, los pasos iban a confinarse por tiempo indefinido, que en 2020 las calles se quedarían vacías y que el futuro se miraría con tanto escepticismo que, a lo sumo, se vislumbraría algo de luz para mediados de 2021. Dos años sin pasos en la calle tras años de sobreabundancia de pasos en la calle.
Fotos Alfonso GARCIA
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