Así como el que dice, no hace ni un rato que entró La Soledad en San Lorenzo… y ya está aquí la Feria. Sevilla es una ciudad únic...

...por Sevillanas cofrades



Así como el que dice, no hace ni un rato que entró La Soledad en San Lorenzo… y ya está aquí la Feria. Sevilla es una ciudad única para las mutaciones. Una experta en cambiar escenas con más rapidez que en un escenario a oscuras. A tramoya no hay quien le gane. Pero, ¿ustedes saben quién es el tío que mejor hace en Sevilla los cambios de tercio? Es posible que no den así al pronto con su nombre, pero le conocen.

¿Qué usted no acierta a decirme cómo se llama el hombre que mejor se abre de capa de nazareno de La Calzá a capa de toreo en La Maestranza? Pues ese tío es el que mejor toca en Sevilla los dos palos seguidos de la Semana Santa y de la Feria. Su nombre es Pascual González, el legendario de los Cantores de Híspalis, el compositor bisagra que mejor ha escrito la Semana Santa para que siga por sevillanas en la Feria. Te sale un paso por la puerta de Los Palos y te lo lleva desde la Giralda  no a su iglesia, sino a que haga su entrada por la portada. La última no es la Soledad; es la que diga Pascual González en el Real.

El tío agobio que quiera presumir de que habla de Semana Santa todo el año, que te da el rollo si hace falta hasta bajo un toldo en Punta Umbría, que se atreva a pelear con el de la coleta, que le eche el pulso al tío del bigote cuando en una caseta es capaz de meter  entero a San Benito y a su barrio de la Calzá mientras él dice que sale el Martes Santo de penitente. O que el Cachorro nunca ha visto ni Sevilla ni Triana. Y se atreve a pedirte hasta Silencio, con mayúscula de Madre y Maestra, en medio del rebujito. ¿Tiene o no tiene arte el tío? Y encima te canta aquello de a bailar, a bailar, a bailar…

 Para curas traumáticas de que se ha terminado la Semana Santa, Pascual González. No hay otro para depresiones postcapillitas. Antes de él, ni los Toronjo, ni los Hermanos Reyes, ni los mismísimos Romeros de la Puebla o Los Amigos de Gines, le habían calzado a la Feria la melancolía de la Semana Santa. Nadie había reunido en el mismo sitio las dos grandes formas de sentir de esta ciudad. Fue el barman que supo servir mezclados los dos aromas del incienso y la manzanilla, desde esta coctelera de las emociones que es Sevilla.

Ese hombre único y extraordinario, volverá a abrirse de capa para colocar en el mismísimo albero del Real ese toro astifino de la nostalgia de la Semana Santa, envuelta ya en la verónica del pasado y evocada en el lance feliz de la nueva Feria.

Texto: PEPE FUERTES

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