¿No eres de los que está ocho horas seguidas viendo procesiones? ¿Quizás quieres introducirte en esta fiesta pero de una manera relajada...

Si no eres de los que está ocho horas seguidas viendo procesiones

¿No eres de los que está ocho horas seguidas viendo procesiones? ¿Quizás quieres introducirte en esta fiesta pero de una manera relajada y seleccionando lo que hacer?

Para muchos es la mejor semana del año, para otros tantos, una semana de incordios. La Semana Santa tiene tantos fieles como detractores. Para los primeros es poder disfrutar de la mecida de un paso de palio, del andar de un misterio por una calle estrecha y hasta de llegar al éxtasis en medio de una bulla en una calle  mientras se anda a paso de cangrejo. Para los segundos, sobre todo si viven en el centro, es tener que dar rodeos para cruzar de una acera a otra por culpa de los palcos, o de tener que dar mil vueltas con el coche por los cortes de calle, o de no poder dar una cabezada hasta las dos o las tres de la mañana por el jaleo de la gente y el sonido de las cornetas y tambores.

Objetivamente, la Semana Santa puede ser eso, pero qué duda cabe que también tiene un gran y rico componente cultural, histórico y sociológico que a muchos se les escapa o directamente no tienen interés en conocer. Hay personas que no quieren ver un capirote ni de lejos y que prefiere la playa a ver un paso de palio, o por el contrario, de esos que les gusta la Semana Santa pero con moderación, de los que ven cada hermandad –o ni siquiera todas- en donde les pille y se van tan contentos a casa.

A esas personas que no son tan "jartibles" les recomiendo que hagan turismo por la ciudad, Curiosear en esos puestos y comercios 'desconocidos. Saltarse la dieta: Olvide por una semana la operación bikini. Con la Semana Santa, numerosas pastelerías y obradores elaboran deliciosos dulces típicos de estas fechas. Deleitarse con una buena cerveza fría en cualquiera de las terrazas, etc.

Pero lo que no debe hacer es:

Comprarle al niño la trompetita y/o el tambor: No quiera convertir a su hijo en músico durante esta semana. De verdad. Seguramente incluso no le guste la música. Y si de hecho no le ha comprado ni el típico órgano por Reyes, ¿por qué tiene que comprarle la dichosa trompetita o el tambor en Semana Santa? Con eso sólo logrará que el pitido molesto de la trompetita le perfore a más de uno los tímpanos, que parta en dos una buena saeta o que rompa el tránsito silencioso de una hermandad de negro. En cuanto al tambor… Directamente, no le compre un tambor, por favor.

Usar el carrito de su bebé como ariete: No hay nada peor que una bulla en Semana Santa. Así que imagínese si a esa bulla de gente le añadimos no uno, ni dos, ni tres carritos de bebé, sino docenas. Si va a salir a ver procesiones, planifique el recorrido y considere que quizás la mejor opción para ver cofradías con su bebé y su carrito no son calles estrechas, sino avenidas y anchas. Y por favor, no utilice el carrito como ariete para abrirse camino. Los tobillos de los demás se lo agradecerán.


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