Parece que las vacunas van dando un poco de freno a la pesadilla del Covid-19. A ver si paso a paso, con ciencia, conciencia y talento vamos...

Inmovilismo

Parece que las vacunas van dando un poco de freno a la pesadilla del Covid-19. A ver si paso a paso, con ciencia, conciencia y talento vamos superando las cuarentenas y emboscadas de la enfermedad. Las cofradías casi siempre han respondido a las epidemias con rogativas, novenas y procesiones. Hoy se muestran muy obedientes con las distancias sociales y los aforos, y así debe ser, aunque en otros tiempos no lo hubiesen sido tanto. La religiosidad era una forma de afrontar los males. 

Hay males muy evidentes, como las epidemias y sus virus, pero hay otros males menos evidentes que poco a poco minan la salud cofrade porque son asintomáticos, es decir, no parece que quienes los padecen los sufran

Esos virus invisibles son los que, disfrazados de prudencia, frenan la imaginación y la creatividad cofrade (y la no cofrade también). Son virus que ante cualquier propuesta novedosa solo se les ocurre ponerle pegas, objeciones, miradas cortas y sin alcance, pues no tienen capacidad de ver más allá de sus narices (y ahora con las mascarillas, ni eso). Esos virus siempre tienen la coletilla del «hay que pensárselo mucho» «hay que sopesarlo» «hay que estar formados para tomar decisiones», etc.

Todo muy sensato, pero a poco que se rasque detrás de ese argumentario, se demuestra que son ellos mismos los que no piensan nunca, ni sopesan, ni tienen inquietud por formarse… más bien están acomodados en el conformismo convencional de su inmovilismo.

 




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