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Llegada la primavera, o mientras se aproxima, algunos comercios sevillanos (no solo del centro de la ciudad de Sevilla, aunque sí predomi...

Llegada la primavera, o mientras se aproxima, algunos comercios sevillanos (no solo del centro de la ciudad de Sevilla, aunque sí predominantemente de allí) empiezan a transmutarse en capillas, cambiando el aroma habitual de sus ambientadores de pistola por vaharadas de incienso espeso y apartando de sus cristaleras los maniquíes, las mercancías más propias y los fríos reclamos de la globalización para dejar hueco a los pasitos en miniatura, a los nazarenitos de caramelo, a los cuadros de la Virgen enmarcados con ricas volutas doradas y adornados con telas adamascadas que caen elegantemente por detrás de los caballetes.

Donde antes había una figura ataviada de otoño/invierno, ahora luce un farol y un nazareno revestido de raso; donde antes colgaban cinturones, ahora lo hacen cordones o medallas. Hay todo un ceremonial –esperado por la población– en el adorno cofradiero de los escaparates.

En ocasiones extremas, algunos llevan a lucir auténticas dolorosas prácticamente listas y coronadas para la procesión, y su contemplación desde la calle despierta la sorpresa de los transeúntes. Pero es más normal el pequeño detalle. Pero por encima de todo, donde se nota un establecimiento cofradiero es en que luce en lugar preferente de su puerta o de sus cristaleras el cartel de la Semana Santa del año en cuestión, amén del de su cofradía, su peña o la asociación que por vecindad o por simpatías más competa exhibir.

La calle Sierpes en particular es una de las más vistosas, junto con la Plaza del Duque. Si hubiera que nombrar un escaparate por antonomasia, el de la confitería La Campana, con sus pasitos, sus torrijas y pestiños, sus nazarenitos de azúcar y otros detalles propios de la fecha. Los hay que visitan escapatares como si recorrieran iglesias.

Fotos: Alfonso García

Ha llegado la hora. Has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utili...


Ha llegado la hora. Has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utilizada, con los bajos negros y churretes de cera huele a misión cumplida, a inicio de añoranza, a espera. Huele a camino de vuelta, a bostezo y humo, a beso de un padre que ya no te abraza
Foto:  @JPioCordoba  

Como cae, sin remedio, la arena del reloj al que se le acaba de dar la vuelta, el tiempo ha regresado para visitar el miedo de tu pecho cuando has visto la túnica, otra vez, colgada de la puerta de tu cuarto. La reina de la casa la puso en ese lugar para subrayar que con ella se abre y se cierra cada latido del corazón del hijo que ama. Un repeluco ha recorrido todo tu cuerpo y no puedes dejar de mirarla una y otra vez. Ella permanece en silencio, como respetando la inquietud que ahora te abraza. Parece conocer su sagrado cometido. La túnica de nazareno de tu cofradía, la tuya, está dispuesta un año más a custodiar cada poro del cuerpo que ha esperado su día santo con la ilusión de un amor primero, tan rotundo como difícil de explicar. Está rodeada de ese plástico transparente, bolsa con el nombre impreso de la tintorería que estás deseando levantar el día que sale la cofradía de tus amores. Y pasas a menudo sin necesidad por el cuarto para comprobar que ella sigue en el mismo lugar, que nada ha cambiado y que no hay problemas. Una túnica colgada de la puerta de tu dormitorio es una declaración de amor, seguramente el amor más fiel que existe.

No puedes conformarte. Has levantado el plástico para tocarla, para sentir en tu mano el escudo que un día viste coser a tu madre sobre el pecho, o sobre el hombro de tu capa. Lo recuerdas como si fuera ayer. Incluso has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utilizada, con los bajos negros y churretes de cera huele a Sevilla, a misión cumplida, a inicio de añoranza, a espera. Huele a camino de vuelta, a bostezo y humo, a beso de un padre que ya no te abraza.

Has vuelto a recorrer el pasillo. Sigue allí, al fondo, colgada de tu puerta mientras envidias a la percha que lleva un año con ella. La túnica recién lavada y planchada hace una pareja perfecta con una percha que parece se fabricó para sostenerla.

Y, muy pronto, en el primer cajón de la mesilla, la papeleta de sitio, el documento que acreditará tu pertenencia y tu compromiso, esa cuartilla doblada que repasarás un millón de veces en treinta días. Mientras tanto, en la papelera de tu cuarto sigue hecho una bola el envoltorio –también de plástico– en el que te llegó el último ejemplar del boletín. Puede leerse en la etiqueta tu nombre y tu número de hermano. Ha pasado otro año.

Has agarrado con las dos manos el marco con la foto de tu Virgen que tienes en la mesa de estudio y la miras detenidamente. Sigue guapísima. Le vuelves a prometer que este año irás por la hermandad más veces, a verla, a echar una mano, a participar de sus cosas, a quererla y decirle cómo te marcha la vida. También se lo habías prometido el año pasado pero no pudo ser. Y en esas te regresan los ojos a la túnica colgada, limpia, estirada, perfecta, sobre tu puerta en un equilibrio perfecto. Has pensado qué día es hoy para, mentalmente, hacer la cuenta exacta de los días que te quedan para vestirla en una liturgia doméstica que se repetirá como se hizo siempre. Esta tarde no le preguntarás a tu madre por el cíngulo porque ya lo hiciste ayer... y anteayer. Ella lo tiene todo buscado y encontrado, en orden para pasar revista. No falla.

Incluso en la calle, cuando sales con tus amigos, estás pensando en la túnica, la misma que buscarás en cuanto entres por la puerta de tu casa, antes de cenar si quiera. Ella es el anuncio y la certeza, el temor y el orgullo. En Sevilla no nos ponemos una túnica, la vestimos, la sentimos, la dejamos que nos abrace porque abrazarla no podemos. Vestirse de nazareno es, quizá, lo más importante que puede pasarnos. Lo sabemos. Por eso tocamos la túnica colgada de la puerta una y otra vez. Y es que, al tocarla, sabemos que todo está aquí. Que el tiempo se empeña en arañarnos el corazón. Que ha llegado la hora.


Sin duda, un Vía Crucis de las Cofradías para la historia, por ir por primera vez un crucificado en vertical, en su posición original, y ...

Sin duda, un Vía Crucis de las Cofradías para la historia, por ir por primera vez un crucificado en vertical, en su posición original, y el ser una de las tallas más portentosa de la Semana Santa 
Fotos Alfonso García

Fotos Alfonso García (Dolorosas de Sevilla capital)

Fotos Alfonso García (Dolorosas de Sevilla capital)

Lo que hace grande una manifestación religiosa como la Semana Santa, es un cúmulo de factores, devocionales, patrimoniales, estéticos, ...


Lo que hace grande una manifestación religiosa como la Semana Santa, es un cúmulo de factores, devocionales, patrimoniales, estéticos, caritativos, rituales, sociales, antropológicos, artísticos, musicales etc. Pero a veces son los pequeños “detalles” los que te hacen ver el nivel alcanzado en la representación visual de los  simbolismos, cosa que está alcance de muy pocos y que marcan la diferencia entre la excelencia cultual y cultural, de la vulgaridad.
Sirvan como ejemplo las fotografías que acompañan este artículo, las imágenes corresponden en primer lugar al besapiés de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje, titular de la Hermandad de San Esteban de Sevilla, en ellas aparece el cristo “desnudo”, es decir sin ningún aditamento textil, se muestra tal y como se modeló a finales del siglo XVI, por detrás se ve el altar del quinario instalado para este año y en sus dos laterales aparecen dos querubines, uno porta la caña y otro la clámide.
En el segundo grupo de fotografías, realizadas al día siguiente la imagen ya se encuentra entronizada en las andas para hacer el “Vía Crucis” vespertino que anualmente celebra la hermandad con su titular cristífero. El Señor de la Salud y Buen Viaje aparece revestido con la clámide roja y en sus manos porta la caña, simulando el cetro que sirve de burla y escarnio al “Rey de los judíos”. Si nos fijamos en los mencionados anteriormente querubines, veremos cómo aparecen en su estado original. Estos son los detalles a los que me quería referir para explicar el grado de perfeccionismo simbólico que en algunos lugares de la geografía española se ha alcanzado y que en muchas ocasiones pasa despercibido.


Fotos Texto: Alfonso García

Aquí tenéis fotos de las cuatro fases de instalación de un altar para los próximos cultos cuaresmales: El inicio del altar de la hermand...


Aquí tenéis fotos de las cuatro fases de instalación de un altar para los próximos cultos cuaresmales:
El inicio del altar de la hermandad de santa marta

Poniendo la cera en el altar del Cristo de la Lanzada



El altar del Cristo de las almas de los Javieres ya terminado a falta de poner las flores
 El altar de quinario de Las Siete palabras ya terminado, momentos antes de empezar el culto
Fotos Alfonso García



El arte es algo caprichoso y que no se representa de una forma empírica, además, que innecesariamente se muestra en nuestras vidas, po...


El arte es algo caprichoso y que no se representa de una forma empírica, además, que innecesariamente se muestra en nuestras vidas, podemos tener un arte oculto y no despertar jamás. 
Las galerías, museos, teatros, cines, etc., se copan de numerosas puestas en escena para que el público disfrute de estas representaciones musicales, teatrales, pictóricas o de cualquier género que por un módico precio en algunos casos o millonarias cifras en otros, hacen que estos afortunados puedan seguir viviendo de su vocación.

Hoy me quiero enfocar en esas otras formas de expresar el arte y que como sala de exposición utilizan las calles. Miles de artistas llamados callejeros ocupan las vías de nuestras ciudades viviendo de la caridad. También existen aquellos que de forma oportunista buscan la coyuntura para poder llevarse el pan a la boca, pero ahí también hay su arte. Equilibristas y malabaristas en los semáforos, el violinista que durante años no cesa el empeño y que en una calle lúgubre de la Magdalena deja notas nostálgicas en la noche. Aquellos jóvenes polacos que en quinteto de cuerda nos deleitan con Pasa la Macarena o Amarguras en días de cuaresma por Sierpes. Láminas de paisajes estelares hechas en cinco minutos con espray. Los mimos y las figuras inmóviles que por una moneda te regalan un gesto o aquella otra que la esquina de correos pega unos sustos de muerte. Verdaderas obras de arte efímeras hechas en el suelo o en la pared con la maestría de los grandes maestros.