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Quedémonos aquí.   Quedémonos con las vísperas, con ese temblor de espera. Estos días que ahora vivimos tienen ese sabor de andén e...

Quedémonos aquí.  
Quedémonos con las vísperas, con ese temblor de espera.


Estos días que ahora vivimos tienen ese sabor de andén en el que ya sentimos el ruido de la máquina del tren, desde el que ya oímos su lejano pitido. ¿Qué hay más grande que una espera, cuando se sabe que esa espera desembocará en la dicha plena?, nada . (A.G. Barbeito) 
Foto  SMCE



Boletín Real e Ilustre Hdad Sacramental Stmo Cristo del Consuelo, Daimiel El pálpito cofrade de la ciudad se va acelerando poco a ...

Boletín Real e Ilustre Hdad Sacramental Stmo Cristo del Consuelo, Daimiel


El pálpito cofrade de la ciudad se va acelerando poco a poco. Los días se van alargando, la luz de la tarde apunta a la Cuaresma y el trajín en el entorno de los templos y de las casas de hermandad confirma lo que el calendario marca. La Semana Santa está a la vuelta de la esquina.

En los buzones de los hogares van llegando las cartas y los boletines que nos avisan de los cultos anuales y de las fechas que tanto anhelamos. La ciudad, aún aterida de frío, empieza a probarse el traje primaveral de su Fiesta Mayor.

Y entre tanto, las diferentes tertulias cofrades, cofradías y las hermandades en general preparan sus carteles para pregonar por bares, tiendas y paredes que ya llega lo que tanto se espera. Reclamos que empapelarán muros de la ciudad con convocatorias de cultos sin solución de continuidad hasta las mismas plantas del Viernes de Dolores.

SMCE

Seis hermandades, y una agrupación parroquial,  Sábado de salen el  Sábado de Pasión a las calles de Jerez en esta interesante jornada...


Seis hermandades, y una agrupación parroquial,  Sábado de salen el  Sábado de Pasión a las calles de Jerez en esta interesante jornada de vísperas. El futuro de la Semana Santa ya es presente, gracias al auge y el empuje de muchas de estas corporaciones, que se han fundado haciendo las cosas con un gusto exquisito, lo que les ha permitido convertir el Sábado de Pasión en uno de los días más interesantes de esta Semana Santa, pese a que todavía el patrimonio de las corporaciones apenas si se ha desarrollado.

El Sábado de Pasión, jornada de vísperas de la Semana Santa de Jerez, tenemos 6 cofradías en la calle, la Hermandad de La Salvación, la Hermandad de la Salud de San Rafael, la Hermandad del Cristo de la Sed, la Hermandad de La Pasión, la Hermandad de la Sagrada Mortaja y la Hermandad de La Entrega.

Fotos SMCE





Llegada la primavera, o mientras se aproxima, algunos comercios sevillanos (no solo del centro de la ciudad de Sevilla, aunque sí predomi...

Llegada la primavera, o mientras se aproxima, algunos comercios sevillanos (no solo del centro de la ciudad de Sevilla, aunque sí predominantemente de allí) empiezan a transmutarse en capillas, cambiando el aroma habitual de sus ambientadores de pistola por vaharadas de incienso espeso y apartando de sus cristaleras los maniquíes, las mercancías más propias y los fríos reclamos de la globalización para dejar hueco a los pasitos en miniatura, a los nazarenitos de caramelo, a los cuadros de la Virgen enmarcados con ricas volutas doradas y adornados con telas adamascadas que caen elegantemente por detrás de los caballetes.

Donde antes había una figura ataviada de otoño/invierno, ahora luce un farol y un nazareno revestido de raso; donde antes colgaban cinturones, ahora lo hacen cordones o medallas. Hay todo un ceremonial –esperado por la población– en el adorno cofradiero de los escaparates.

En ocasiones extremas, algunos llevan a lucir auténticas dolorosas prácticamente listas y coronadas para la procesión, y su contemplación desde la calle despierta la sorpresa de los transeúntes. Pero es más normal el pequeño detalle. Pero por encima de todo, donde se nota un establecimiento cofradiero es en que luce en lugar preferente de su puerta o de sus cristaleras el cartel de la Semana Santa del año en cuestión, amén del de su cofradía, su peña o la asociación que por vecindad o por simpatías más competa exhibir.

La calle Sierpes en particular es una de las más vistosas, junto con la Plaza del Duque. Si hubiera que nombrar un escaparate por antonomasia, el de la confitería La Campana, con sus pasitos, sus torrijas y pestiños, sus nazarenitos de azúcar y otros detalles propios de la fecha. Los hay que visitan escapatares como si recorrieran iglesias.

Fotos: Alfonso García

Ha llegado la hora. Has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utili...


Ha llegado la hora. Has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utilizada, con los bajos negros y churretes de cera huele a misión cumplida, a inicio de añoranza, a espera. Huele a camino de vuelta, a bostezo y humo, a beso de un padre que ya no te abraza
Foto:  @JPioCordoba  

Como cae, sin remedio, la arena del reloj al que se le acaba de dar la vuelta, el tiempo ha regresado para visitar el miedo de tu pecho cuando has visto la túnica, otra vez, colgada de la puerta de tu cuarto. La reina de la casa la puso en ese lugar para subrayar que con ella se abre y se cierra cada latido del corazón del hijo que ama. Un repeluco ha recorrido todo tu cuerpo y no puedes dejar de mirarla una y otra vez. Ella permanece en silencio, como respetando la inquietud que ahora te abraza. Parece conocer su sagrado cometido. La túnica de nazareno de tu cofradía, la tuya, está dispuesta un año más a custodiar cada poro del cuerpo que ha esperado su día santo con la ilusión de un amor primero, tan rotundo como difícil de explicar. Está rodeada de ese plástico transparente, bolsa con el nombre impreso de la tintorería que estás deseando levantar el día que sale la cofradía de tus amores. Y pasas a menudo sin necesidad por el cuarto para comprobar que ella sigue en el mismo lugar, que nada ha cambiado y que no hay problemas. Una túnica colgada de la puerta de tu dormitorio es una declaración de amor, seguramente el amor más fiel que existe.

No puedes conformarte. Has levantado el plástico para tocarla, para sentir en tu mano el escudo que un día viste coser a tu madre sobre el pecho, o sobre el hombro de tu capa. Lo recuerdas como si fuera ayer. Incluso has buscado con el olfato el olor a la gloria. Una túnica limpia y planchada huele a gloria. Una túnica recién utilizada, con los bajos negros y churretes de cera huele a Sevilla, a misión cumplida, a inicio de añoranza, a espera. Huele a camino de vuelta, a bostezo y humo, a beso de un padre que ya no te abraza.

Has vuelto a recorrer el pasillo. Sigue allí, al fondo, colgada de tu puerta mientras envidias a la percha que lleva un año con ella. La túnica recién lavada y planchada hace una pareja perfecta con una percha que parece se fabricó para sostenerla.

Y, muy pronto, en el primer cajón de la mesilla, la papeleta de sitio, el documento que acreditará tu pertenencia y tu compromiso, esa cuartilla doblada que repasarás un millón de veces en treinta días. Mientras tanto, en la papelera de tu cuarto sigue hecho una bola el envoltorio –también de plástico– en el que te llegó el último ejemplar del boletín. Puede leerse en la etiqueta tu nombre y tu número de hermano. Ha pasado otro año.

Has agarrado con las dos manos el marco con la foto de tu Virgen que tienes en la mesa de estudio y la miras detenidamente. Sigue guapísima. Le vuelves a prometer que este año irás por la hermandad más veces, a verla, a echar una mano, a participar de sus cosas, a quererla y decirle cómo te marcha la vida. También se lo habías prometido el año pasado pero no pudo ser. Y en esas te regresan los ojos a la túnica colgada, limpia, estirada, perfecta, sobre tu puerta en un equilibrio perfecto. Has pensado qué día es hoy para, mentalmente, hacer la cuenta exacta de los días que te quedan para vestirla en una liturgia doméstica que se repetirá como se hizo siempre. Esta tarde no le preguntarás a tu madre por el cíngulo porque ya lo hiciste ayer... y anteayer. Ella lo tiene todo buscado y encontrado, en orden para pasar revista. No falla.

Incluso en la calle, cuando sales con tus amigos, estás pensando en la túnica, la misma que buscarás en cuanto entres por la puerta de tu casa, antes de cenar si quiera. Ella es el anuncio y la certeza, el temor y el orgullo. En Sevilla no nos ponemos una túnica, la vestimos, la sentimos, la dejamos que nos abrace porque abrazarla no podemos. Vestirse de nazareno es, quizá, lo más importante que puede pasarnos. Lo sabemos. Por eso tocamos la túnica colgada de la puerta una y otra vez. Y es que, al tocarla, sabemos que todo está aquí. Que el tiempo se empeña en arañarnos el corazón. Que ha llegado la hora.