Una vida tranquila y humilde aporta más felicidad que la búsqueda del éxito y la inquietud constante que ésta implica.  — Albert Einste...

La felicidad que transmite la quietud, el recogimiento y la humildad.

Una vida tranquila y humilde aporta más felicidad que la búsqueda del éxito y la inquietud constante que ésta implica. 
— Albert Einstein - La Teoría de la Felicidad. 


Foto SMCE


Después de soñar, llega la cruda realidad. El éxito, los sueños, están llenos de obstáculos, desazones, desilusiones, miedos, caídas. Tal vez la felicidad precise renunciar a alguno de nuestros sueños más osados. La consecución del éxito exige sacrificio, ambición, y a veces, por qué negarlo, algo de soberbia. Quien cree en algo, lo defenderá pese a todas las consecuencias. Esto implica también encontrarse con problemas, enemistades, envidias, temores... Todos estos sentimientos nos restan un poco de esa felicidad que transmite la quietud, el recogimiento y la humildad. 


Muchos ven en esto algo contradictorio. No lo creo. Ambas están relacionadas. Einstein extendió al humilde mensajero dos opciones: la de permanecer en su espacio de bienestar, felicidad y serenidad o la de salir de su espacio de bienestar y perseguir algún sueño más ambicioso. Todos, pensaba Einstein, somos libres de escoger uno de los dos caminos. Puedes perseguir tus sueños (y tendrás que hacer muchos sacrificios por el camino) o quedarte donde estás, en tu zona de confort y optar por una felicidad plácida y sin sobresaltos. Seguir el primer camino no implica no ser feliz, sino se feliz e infeliz a ratos, con sus altibajos. Implica pequeñas dosis de felicidades salteadas entre otras cuantas dosis de insatisfacción y desilusiones. El segundo camino implica una felicidad constante, sí, más permanente. Te ahorrará el dulce sabor de la derrota, del miedo, de la frustración, pero tampoco podrás recoger recompensas tras una dura carrera y degustar el cálido y dulce sabor del éxito.

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