Como un suspiro. Así llegó, y así se fue. Sujeta al estricto e inalterable contador del tiempo, la Semana Santa expone cada año su natura...

Como un suspiro.

Como un suspiro. Así llegó, y así se fue. Sujeta al estricto e inalterable contador del tiempo, la Semana Santa expone cada año su naturaleza en la medida exacta que le ha sido otorgada. Desde la extraordinaria invitación que emiten los nazarenos de la "Borriquilla" el Domingo de Ramos abre los corazones, y hasta que ocho días más tarde el desenlace se funde en los besos cargados de sentimiento y nostalgia a los pies del Resucitado por la mañana, y templos llenos de pasos con la cera gastada. El álbum que almacena los recuerdos personales se ha compuesto de nuevas postales con la evidente intención de mitigar la nueva espera.

De este modo, a partir de hoy multitud de análisis tratarán de recoger lo acontecido. Como quien no acepta los designios del destino, las sucesivas alusiones al recuerdo exprimirán un invento que cada vez tiene más de artificial y menos de consustancial. Las observaciones cubrirán absolutamente todo lo materialmente vivido, sin embargo olvidarán a las personas, aquellas con las que compartimos instantes que por mucho esfuerzo que se ponga en recuperar jamás volverán a ser iguales porque ya forman parte del riguroso pasado.

Y qué nos queda, ¿un aura de tristeza tal vez? No, si hemos puesto interés en comprender la intensidad de estos días habremos caído en la cuenta de que el arrebato de matices no se ha producido en balde. La Resurrección colma con creces cualquier atisbo de soledad.


0 comentarios: