El último tranco del largo viaje de los magos de Oriente anuncia el final de estas fiestas que se empiezan a antojar -un año mas- demasiad...

Estrés Navideño

El último tranco del largo viaje de los magos de Oriente anuncia el final de estas fiestas que se empiezan a antojar -un año mas- demasiado largas. Vísperas y octavas de Nochebuena y Navidad, el fin de año, el estreno de otro, las reuniones irrevocables con los amigos, la larga lista de felicitaciones por enviar o contestar, los platos que deglutir, las botellas que descorchar... todas esos empeños navideños se han ido cumpliendo puntualmente a la vez que se hacen y deshacen los planes de logística familiar. Se trata de clonar vidas, de alargar y estirar las horas y los días sin llegar a dejar a casi nadie contento. Es el signo de unas jornadas que dejaron de ser- hace mucho- sinónimo de gozo. 

La carrera  desaforada, los kilómetros  recorridos y la imposibilidad de lograr el don de la ubicuidad terminan por provocar una ansiedad que conduce al agotamiento. Todo acaba por convertirse en una odiosa obligación irrenunciable.

Pero el viaje de la memoria, una vez mas, es otro; nos vuelve a conducir a lo que un día fuimos y seguramente nos reconcilia con lo mejor de la Navidad. Pero sólo podemos comprender ese espíritu y recuperar su esencia volviendo a mirar con los ojos de un  niño . Ése es el autentico secreto que se oculta detrás de esta carrera de compras, copas y digestiones pesadas que nos alejan de aquel tiempo hermoso. Bastaba espiar el Nacimiento, adelantar cada día un pasito de los camellos y sentir aquel calor inconfundible que, al cabo de los años cumplidos, nos sigue arrancando lágrimas.

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