Ya estamos otra vez como cada año -otra vez, sí- con las comidas navideñas de empresa . Muchos restaurantes hacen su diciembre con estas c...

Comidas navideñas de empresa

Ya estamos otra vez como cada año -otra vez, sí- con las comidas navideñas de empresa . Muchos restaurantes hacen su diciembre con estas comidas de organigrama que rompen en gintónic

Habréis vuelto a toparos en una terraza, un restaurante o un bar de copas con alguna de esas reuniones fraterno-beodas: grupo heterogéneo, cercano a la paridad de géneros, ruidoso, de cierta edad, que evoluciona desde un cierto apuro por lo poco habitual de irse de juerga con los compañeros a una desinhibición etílica que puede causar pesadumbre y desconsuelo al día siguiente: “Eres mi jefe, Curro, pero te lo tengo que decir: ese día metiste la pata hasta el corvejón”, o “Charito, espero que no se me note mucho que me pones una barbaridad”.

Es una tarde larga -un pasadía, lo llaman los caribeños-en la que uno vuelve a casa sin blanca. En el menú de 40 o 50 con chupito incluido, jarra poco fría de cerveza y tinto que llega descorchado, con sus entrantes adocenados al centro y su dicotomía carne/pescado, se producen unas misteriosas deseconomías de escala: en vez de dar más y mejor por tratarse de un grupo numeroso, pasa justo lo contrario. Y qué menos que tres pelotazos en copa de balón, ya dando o recibiendo la brasa con jefes y Charitos.

Estas comidas tenían sentido cuando las pagaba la empresa a modo de gratificación y para insuflar un poco de buen "rollito" entre los recursos humanos. Pero ya pocas empresas asumen el ágape, y paga el empleado a escote. Y, ésa es otra, el empleado suele gastar en almuerzos y cenas de empresa (hermandad, colegas históricos) más de 200 euros en la antesala de la Navidad del consumo y el engorde. Más que en lotería del Gordo y el Niño. Que, es verdad, toca bastante menos que el compañero de Charito.

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