“El Capirotero” es un adjetivo peyorativo que los capillitas aplican a muchas personas. Al capirotero le encanta la Semana Santa, es hermano de varias hermandades, pero no se pasa por éstas para nada, si exceptuamos frecuentes visitas solitarias a los titulares.
No están pendiente de los mil detalles de la Semana Santa, ni de sus noticias o rumores. Les gusta la Semana Santa, les encanta y lo hacen como meros espectadores o como la gran mayoría de los ciudadanos, desde fuera.
La idea de que los hermanos de una Hermandad se dividen entre los que participan en ésta y los “capiroteros”, los que sólo van para el día de la procesión. La escasa presencia en el día a día de los “capiroteros” garantiza el -a veces- sistema cerrado de gestión de estas entidades y su poca democratización en algunos casos. Si no fuera por las cuotas y las papeletas de sitio pagadas por los “capiroteros” los demás no tendrían fondos suficientes para tener proyectos y tener una representación de más personas que la de sus individualidades.
A veces el tiempo se para. Hay momentos en los que todo está equilibrado. Son segundos, pero te llenan de una paz que no puedes describi...
A veces el tiempo se para. Hay momentos en los que todo está equilibrado. Son segundos, pero te llenan de una paz que no puedes describir con palabras, de una ternura suave o de una felicidad que te eriza el alma. Es en esos instantes en los que tenemos que hacer una fotografía nítida, con mucha luz, y guardarla bajo llave en el cajón de nuestra memoria.
Yo tengo mi cajón lleno. Allí está el primer llanto de mi hijo al nacer, un beso de amor verdadero, la risa más sincera de una amigo, el abrazo infinito de mi madre, el aliento cercano de alguien que está lejos, un éxito profesional muy trabajado…
Porque los momentos se escapan como agua entre los dedos y cuando se pasa ese efímero instante, cuando la realidad se vuelve densa hasta hacer que te falte el aire, es entonces cuando hay que coger la llave, abrir ese cajón y dejar que se escape una sonrisa al mirar cada foto que has hecho en el camino.
Los instantes eternos terminan inexorablemente, por eso hay que quedarse con el sabor, guardar fotos, muchas fotos en el cajón de los recuerdos, para que cuando arrecie la tormenta sepamos por qué tenemos que bailar bajo la lluvia sin llorar.
La vida se nos va como un palio que se aleja, y así casi sin darnos cuenta ya casi nos hemos comido Febrero , y pronto llegará la Semana Santa y volverá a pasar.
Por eso en el corazón de cada Cofrade se la vive todo el año y se la espera un año entero. Es el sentir cofrade un cúmulo de paradojas.
LUNA DE PARASCEVE