Y habrá muchos que sostengan que, en la era de la informática, del Internet y de la comunicación global y al instante, las mencionadas convocatorias son algo anacrónico inútil, y doblemente caro, pues al coste de su edición y colocación hay que sumar el coste indirecto que conlleva el retirarlas.
No puedo negar que todo ello es verdad ni tampoco negaré que, en la mayoría de ocasiones, resultan inútiles para cumplir el fin con que fueron concebidas; es indudable que, en la actualidad, el hermano de cualquier Cofradía se entera mucho antes de las fechas de sus cultos por cualquier otro cauce que por el de las Convocatorias.
Pero, una vez reconocido esto, he de constituirme en defensor de que continúen existiendo aunque, a día de hoy, solo conserven su valor como tradición.
La tradición es un bagaje muy importante en la historia de nuestras Cofradías y algo que contribuye, sobremanera, a su pervivencia tras tantos siglos. Y lo mismo que no cambiaríamos la estructuras de nuestros Cultos, ni cabildos, considerados ambos como algo desfasado por los miembros más progresistas de nuestra Iglesia, no debemos perder tampoco la tradición de nuestras Convocatorias que hagan patente al gran público que nuestras Hermandades tiene como uno de sus fines primordiales el culto a Dios y a Su Santísima Madre.
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