Cada año buscamos lo que se perdió tras el imperceptible muro que nos separa de la infancia. Cada año buscamos reencontrarnos con la...

Esa personal Semana Santa que perdura en nuestra memoria.



Cada año buscamos lo que se perdió tras el imperceptible muro que nos separa de la infancia. Cada año buscamos reencontrarnos con la única Semana Santa que perdura en la memoria.

Cada año volvemos otra vez a los cangilones que la noria del tiempo perdido nos devuelve cuando llegan los días de la Pasión.

Atrapado en el laberinto de su propia existencia, el hombre se encuentra cada Semana Santa con lo que fue. Vive sobre lo vivido y se nutre de sus recuerdos. La Semana Santa no es, pues, un espejo exacto, sino mas bien un cristal evocador. 

Lo que echo de menos cada Semana Santa es lo irrepetible. 

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