Ritos  y costumbres repetidas que nos reconcilian con nosotros mismos; que nos acercan a lo que un día fuimos. Se trata de abrir puertas y...

Volver a ser un niño

Ritos  y costumbres repetidas que nos reconcilian con nosotros mismos; que nos acercan a lo que un día fuimos. Se trata de abrir puertas y ventanas a la ilusión, de transmitir lo que nos hacía plenos cuando no sabíamos nada. Ése es uno de los secretos de la Semana Santa interior que ahora reverdece en los nuestros y nos vuelve a hacer niños. Pero aún sentimos cierto pudor y lo hacemos, posiblemente, a la espalda de todos. Seguimos conservando algunos gramos de esa vergüenza infantil que nos hace rebuscar a hurtadillas –adentrándonos en el altillo– esa caja vieja de cartón que guarda lo mejor de nosotros mismos.

El boletín ya llegó; hemos marcado en la agenda, los días de los cultos y el cabildo. Mientras, se estiran los días y se templan las tardes. Buscamos excusas para recorrer el centro pensando que, más pronto que tarde, encontraremos el poderío de paso de semana santa recortados en la penumbra de los templos. Hay que comprar un escudo; renovar un cíngulo; hacerle el capirote al niño... Estrenamos esa ilusión nueva, una marea de pequeñas cosas mientras ponemos en marcha la moviola interior que sabe de tantas semanas santas.


Angigua Foto de la procesión de la Borriquilla de Daimiel, Foto Cencerrado

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