Cada Viernes Santo hemos ido viendo pasar nazarenos y nazarenos y, la verdad, apenas si nos hemos fijado en ellos. Se han acercado y han p...

¿Quién será?

Cada Viernes Santo hemos ido viendo pasar nazarenos y nazarenos y, la verdad, apenas si nos hemos fijado en ellos. Se han acercado y han pasado, dejando levemente impresionada en nuestra retina la huella luminosa del color de sus túnicas, túnicas moradas de Viernes Santo.

Pero ahora mismo, la procesión ha detenido su marcha y, ante  nosotros, acaba de pararse un nazareno. Ni él nos mira, ni nosotros detenemos particularmente nuestra mirada en el. Mas, de pronto, nuestra vista, que anda recorriendo la cinta en quietud de la cofradía detenida, se ha posado sobre el nazareno que está parado ante nuestros ojos, a pocos decímetros de nuestros cuerpos. ¿Quien será este nazareno? ¿Quien será este hombre?

Dios no pregunta. Él ya lo sabe. Nosotros, ciegos, a pesar de ver, seguiremos preguntándonos cuando un nazareno detenga su penitente caminar ante nuestros ojos. ¿Por qué, Señor, este hombre que nunca sabremos quien es, ha tomado en sus manos la cruz y se ha echado a recorrer la ciudad, oculto bajo su túnica nazarena?

SMCE


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