Seguro que en otras esferas habrán tomado buena nota, no en vano la sensación abrumadora es que los días vividos en torno a la sublime ima...

Sirviendo de ejemplo y superando todas las expectativas

Seguro que en otras esferas habrán tomado buena nota, no en vano la sensación abrumadora es que los días vividos en torno a la sublime imagen del Señor del Gran Poder han superado las mejores de las expectativas. Ni la lluvia, que amenazó con hacerse protagonista indeseada, pudo más que provocar un cambio en los días de los traslados, circunstancia que curiosamente permitiría más horas de sincretismo entre la ciudad y el mismísimo Jesús de Nazaret.

Un guión al que no le faltó ni una sola nota, sin improvisaciones, en una demostración atronadora de que Sevilla sigue siendo en pleno siglo XXI robusto bastión ante el empuje de los sectores que pretenden arrinconar y reducir la fe cristiana. Por ser lo acontecido a lo largo del pasado fin de semana fue incluso una declaración hacia nosotros mismos, los cofrades, que a menudo enredados en lo secundario abandonamos lo estrictamente necesario.

Y todo sucedió conforme a la más rigurosa de las naturalidades. La multitud cerca, muy cerca del Señor tanto en los diversos actos que tuvieron lugar dentro del templo metropolitano como fuera, en dos traslados apoteósicos que dejaron imágenes difíciles de borrar. Sevilla, esta vez sí, supo ser fiel a sus orígenes, ejemplo perfecto de lo que debe ser la celebración de un Jubileo de Hermandades que quedará para siempre en los anales.
Sevilla reza en la calle al Señor en su paso por la Avenida

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