En Sevilla a parte de ver templos, procesiones y disfrutar de los cultos todos los días del año, no sólo en Semana Santa, también existe una Cuaresma gastronómica todos los días del año, en la que se siguen manteniendo tradiciones en cuanto a platos y tapas que vuelven a repetirse cada año y que transmiten de generación en generación de taberneros y propietarios de establecimientos tanto emblemáticos como de nueva creación.

El bacalao en un sinfín de formas cocinado (pavías, frito, con tomate, en salazón incluso), croquetas de puchero, de jamón o también de bacalao... y si entramos en postres, las torrijas y los pestiños propios de estos días.

Pero, sin lugar a dudas, la tapa por excelencia de la Cuaresma sevillana son las espinacas con garbanzos. No hay mejor plato para definir los días de vigilia. Receta sencilla pero plena de sabor y con muchas interpretaciones. Y en la capital de Andalucía existen inmejorables lugares donde degustar este manjar.

Como resulta imposible enumerar todos y cada uno de los establecimientos que ofrecen esta tapa, me quedo con las de El Rinconcillo. El bar más antiguo dispensa esta exquisitez de una forma excepcional. Tapa y receta patentada en pleno centro de Sevilla. Aunque no vive sólo de ella. Y si no, prueben el bacalo con tomate, los pavías de bacalao, el menudo, la carrillada... todo pide pan, sí señor.

Aquellos templos de madera rancia donde se viven las convidás a golpe de tiza y coroneles.