Como cada año, volveremos a ese lugar del ropero donde se encuentra el mayor tesoro que guardamos, nuestra túnica de nazareno. Por una p...

Esto ya esta aquí

Como cada año, volveremos a ese lugar del ropero donde se encuentra el mayor tesoro que guardamos, nuestra túnica de nazareno. Por una parte sentimos que aún es pronto, pero hay algo que nos empuja y no podemos controlarlo.

En lo alto del ropero, tumbado y envuelto en una bolsa, el capirote. Con su badana deshilada por los años y el filo marcado por el sudor, pero que a pesar de su insignificante coste te resistes a cambiar. 

Volveremos al cajón de la cómoda donde tienes prohibido tocar a todo el mundo y entre papeles de seda duermen su letargo los escudos del antifaz y de la capa, tuyo y de tus hijos, vuestros cíngulos, y en una caja de metálica, las diversas medallas y demás atributos de la vestimenta nazarena.

Este año han dado un estirón, como los anillos que marcan la vida de un árbol, nuestros troncos van creciendo y en los bajos marcados levemente los años de tu memoria, donde lo esperabas en la mañana recién levantados y hoy ya salen contigo desde tu casa. 

Hoy es el día de volverlas a sacar de su letargo y luego cumplir el rito de llegar a la casa con ellas poniéndolas en el lugar más visible de esa habitación donde aguardarán el momento mas esperado del año.
SMCE

Detalle de túnicas en un armario

Foto gentileza de Juan Fisac

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