A veces suena raro, pero siempre es necesario. Casar los términos “democracia” con “cofradías” es aún en algunos casos algo difícil. Los...

Unas elecciones no deben suponer ruptura alguna entre los cofrades


A veces suena raro, pero siempre es necesario. Casar los términos “democracia” con “cofradías” es aún en algunos casos algo difícil. Los cofrades debemos trabajar sí y solo sí por el bien de nuestras hermandades y consiguiente engrandecimiento de nuestra Semana Santa. Y ya que estamos (lo más importante), demos el mejor ejemplo de cristiandad. La teoría ideal nos dice que las juntas de gobierno deberían ser meras cabezas responsables del trabajo de TODOS los hermanos. Un cargo aporta responsabilidad, pero quizá no mucha más de la que aporta el simple hecho de pertenecer a la nómina de una corporación.

Es por eso que unas elecciones no deberían suponer ruptura alguna entre los cofrades. La diversidad es sana. Muy sana. Pero suele ocurrir que, cuando se da el caso de que dos o más candidaturas concurran a una votación para hacerse con el timón de su cofradía, esto viene acompañado de desaires y crispación entre los hermanos.

Siempre habrá quien crea que lo puede hacer mejor, o al menos distinto, y que además cuente con un equipo que le asegure un buen trabajo. Y es de admirar a quienes deciden ir adelante con su intención de llevar las riendas de su hermandad. Porque ser presidente, tesorero, secretario, o cualquier otro cargo de cualquier competencia, conlleva un sacrificio que no todos están dispuestos a acometer. Es, pues, digno de alabanza que confluyan las candidaturas que hagan falta, siempre y cuando nazcan de la humildad, el amor por sus Titulares y sus hermanos y las ganas de trabajar. Y nunca del afán de destituir o saciar rencillas personales.

Pero más importante aún es que en este mundo cofradiero se da una característica que no tiene por qué darse cuando hablamos de otro tipo de elecciones, ejemplo, las políticas para cualquier gobierno. Recordemos que somos hijos de una religión; una doctrina que promulga el bien común y el amor al prójimo. Por eso se podría tildar de “anticristiano” el hecho de que, lo que debería ser simple rivalidad sana entre candidaturas, lleve a una desunión que puede llegar a ser irreparable.

No teman por que les releven de sus cargos. Trabajen para hacerlo lo mejor posible y para enseñar a los demás cómo hacerlo (hasta en este sentido debemos llevar a la práctica las palabras de Cristo). Para que cuando llegue el día, no haya nada que perder y sí mucho que ganar.

!Feliz verano a todos!

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