Ya extraña entre los cofrades –e incluso a la gente a las que las cofradías importa bien poco– que unas elecciones a Presidente discurran ...

Un poco de autocrítica

Ya extraña entre los cofrades –e incluso a la gente a las que las cofradías importa bien poco– que unas elecciones a Presidente discurran de forma pacífica y sin polémica. Estamos cansados a veces de ver "rencillas" y de esperar ganadores y perdedores en nuestras cofradías.

Pero, ¿quién tiene la culpa? Evidentemente mirar afuera es un acto de irresponsabilidad. Nosotros somos el origen de este problema: hermandades fragmentadas, los “apellido poderoso”, los de tal y los de cual. Diferentes pensamientos sí, bandos no. No hay guerras que ganar, sólo hermandades que gobernar. Conviene hacer autocrítica y, a quien corresponda, tratar de implantar en las cofradías algo que hasta ahora no hemos visto demasiado: la integración. ¿Quién no conoce casos de hermanos que figurando en una candidatura no han podido desempeñar tareas específicas para las que están preparados por ese mismo motivo? Muchas veces por orgullo del derrotado, todos sabemos que ese postureo del que hablaba antes a veces es merecido. Y otras veces por orgullo del vencedor. Es una lástima que, por conflictos generados al tener que decidir a nuestros responsables cuando corresponda, haya gente valiosísima que no pueda desempeñar trabajos en su hermandad. Y más cuando quieren hacerlo y, alguna que otra vez, cuando son más aptos –objetivamente, por sus méritos, sin amiguismo– que quienes los desempeñan.


Por eso aquí sí creo que debemos abrir un poco la vista y preguntarnos si esto puede modificarse. Actualmente, votamos candidaturas –muchas veces ni siquiera, sólo nos guiamos por quién las preside– de las que una sólo sale vencedora. Siempre he pensado que la candidatura única puede ser beneficiosa si realmente se ha configurado en torno a uno o distintos pensamientos pero no porque uno impere y anule a los restantes. Y de la misma manera, la existencia de varias listas, lejos de ser un problema, puede ser reflejo de que, como en todo grupo humano, hay distintas ideas y filosofías o maneras de interpretar las cosas. ¿Pero por qué no forzar desde la urna una integración positiva? Esta idea rompe absolutamente con los modelos a los que estamos acostumbrados, y por eso pueden lanzarme ya la primera piedra; pero quién sabe si en ella o en alguna variante pudiésemos encontrar alguna solución a uno de los grandes problemas de nuestras hermandades: sus sangrantes conflictos internos.

Prefiero no mezclar cofradías y política, pero por tomar un ejemplo haré un paralelismo con las elecciones generales que tenemos a la vuelta de la esquina. Quizá un sistema de listas y de representación proporcional –justo– pudiese aproximarse a esta idea. Es decir, un cabildo de elecciones con dos candidaturas que obtienen el 40 y el 60% de las papeletas determinará una Junta de Gobierno compuesta por miembros de ambas candidaturas en esa misma proporción. Los cargos de máxima relevancia que figuran en la Junta Permanente estarían ocupados por miembros de la lista que más votos cosecha, como el Gobierno en el paralelismo del que antes hablaba. O no, ojalá una Junta de Gobierno ideal con el perfecto Presidente de una lista y el deslumbrante Prioste general de otra. Y con paz, porque se viene a trabajar; ¿o alguien piensa que los ministros son íntimos amigos y no discrepan en absolutamente nada?  Sé que a primera vista da miedo. Todos imaginamos una sesión en nuestra hermandad con este escenario y más de uno se echará las manos a la cabeza, y con razón.  Y también todos pensamos que muchos grupos que no son de nuestro gusto tendrían una representación permanente en Junta de Gobierno, y nos asusta. (Y, de paso, aquí reconozcamos que muchos nos asustan porque parece que no saben a qué juegan.) Y habrá quien diga que para escuchar todos los pensamientos están los cabildos de hermanos, y es así, pero por desgracia acostumbramos a realizar pocos y no de la mejor forma: quizá modificar este punto sanaría de raíz el problema sin tener que modificar otros órganos de gobierno. Recordemos que, a pesar de la coletilla “la Junta es soberana”, quien en última instancia controla la hermandad es el Cabildo General.  El problema es que elegimos un equipo de gobierno inamovible para cinco o cuatro años, con una lista de propuestas que se entiende que van a ser realizadas porque no hay oposición dentro del mismo grupo, y si la hay es leve o incluso se liquida, hemos visto ya de todo. De esta forma, una representación del pensamiento de los hermanos queda integrada en un órgano de decisión del día a día, con voz y voto. Y todo esto, además, ayuda a eliminar el cortijismo tan bien asentado en nuestras cofradías.

En definitiva, la elección proporcional de representantes en Junta de Gobierno fuerza la integración de los mal llamados bandos. Quizá esto pudiera propiciar unidad de candidaturas para evitar futuros problemas, algo que nos beneficia sin ningún tipo de duda. O quizá ayudaría a mejorar la convivencia y la tolerancia de las distintas perspectivas, uno de los grandes deberes de los cofrades. Reconozco la complejidad del sistema, sus defectos, pero es una opinión que considero interesante compartir, aunque pueda considerarse una utopía

Quizá el paralelismo utilizado no se ajusta exactamente a lo que imagino, pero es un ligero esbozo para comenzar a entenderlo. Al fin y al cabo, los cofrades podemos interpretar muchas cosas de distintas formas, pero el fin es el mismo, no debe haber problemas en que alguien que ha firmado el aval de un candidato luego trabaje con una Junta de Gobierno que preside otro; pero esto es otro de los grandes obstáculos del cofrade: trabajar para la hermandad, independientemente de quien la dirija, y entender a quién lo hace. 

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